quarta-feira, março 24

Federico García Lorca

Federico García Lorca fue un poeta, en el sentido más determinante y profundo que puede tener esta afirmación. Fue un poeta porque la poesía condicionó toda su vida e incluso su misma muerte: de no ser el escritor triunfante que era y la criatura radicalmente libre que la poesía le enseñó a ser, es probable que la barbarie no lo hubiera asesinado. Él lo dijo en una ocasión: "...yo no como, ni bebo, ni entiendo más que en la Poesía".

Su poesía fue, en efecto, su médula y su raíz, su supremo y cotidiano alimento terrestre. Lejos de toda torre de marfil, para él ser poeta era ante todo ser fiel a la voz de la muerte, a la voz del arte, a la voz del amor: las tres voces que escuchaba el poeta, según reclamó. La voz de la muerte, "con todos sus presagios" llamaba al canto exasperado y agudo de la vida; la voz del arte decía la superior verdad de las formas, el equilibrio cenital en el que la palabra del poeta se llena de sentido y trasciende el tiempo, sin dejar de ser tiempo, la voz del amor hacía llamear la plenitud de los cuerpos y las almas, la belleza divina de la creación. Nunca hubo en él oposición entre poesía y vida. Por eso hablaba de "la inmensa alegría consciente de crear".

Porque la poesía no era una huida del mundo; bien al contrario, representaba la inmersión en el mundo.

(De la monografía de Miguel García-Posada en la Agenda Cultural 1998)

Sem comentários: